Amor Absoluto

compartir artículo:

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin
Share on telegram
Share on whatsapp
Share on email

 

Creo que una de las cosas más importantes que es necesario saber cuando se empieza un proceso de trabajo personal serio es que no hay nadie que nos pueda resolver un problema. Nadie.

Cada cual ha de solventar lo propio.

Nadie nos puede cambiar la vida, nadie nos puede ayudar más allá de nuestra propia conciencia porque el único artífice del cambio es uno mismo.

La verdadera cuestión está en la mente y ahí es donde tenemos que aprender a ver y a aceptar que el auténtico enemigo está dentro de nuestra cabeza y que si una persona decide no entrar a descubrir qué hay dentro de sí que no quiere dejar marchar, es imposible que encuentre una solución a sus problemas.

Necesitamos ser auténticos para poder ver la realidad y resulta urgente entender que en nuestro pensamiento vive una rebeldía, una negación absoluta a ser felices. Nos negamos la felicidad amparándonos en mil excusas siempre relacionadas con las limitaciones que nos imponemos a través de la mente.

Es necesario reflexionar para ver que los momentos de felicidad suprema se han dado siempre cuando hemos sido capaces de conectar con nuestra esencia, con el reconocimiento de nuestra grandeza y con la entrega de esa grandeza al mundo.

Lo único importante es el amor incondicional a la totalidad de nuestro ser. No hay nada más, y para llegar a él, tenemos que conocernos y no culpar a lo externo de lo que nos aflige internamente.

Si no nos desnudamos ante nosotros mismos y reconocemos lo que no queremos perdonar, nunca podremos conectar verdaderamente con nuestra esencia, por eso, dejemos desnuda toda nuestra vida y agradezcamos realmente el hecho de ser quienes somos, de ser como somos, en un acto de aceptación amoroso y total.

El amor total está directamente relacionado con no hacer aquello que nos duele de lo que hacen los demás, observar lo bueno de las personas que nos rodean y tener muy claro que nadie puede realmente amarnos si nuestro corazón no tiene amor, si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos, porque una gota de amor del otro nunca podrá atravesar nuestro campo de energía si no puede ser reconocida en su esencia y aceptada por esa parte invisible que nos conforma.

Uno de los mayores problemas que tiene el ser humano es creer que es inferior a los demás en inteligencia, en conciencia o en cualquiera de las fortalezas, dones y herramientas con las que todos venimos dotados a esta vida para hacer de ella una experiencia única, plena de sabiduría y de magia.

En esas turbulencias internas nos perdemos y perdemos el enfoque, el equilibrio y la mirada. La inseguridad que nos desborda provoca en nosotros la necesidad de medirnos en lo externo con la intención de salir reforzados y/o superiores a los demás.

La competitividad resulta dañina porque es la base de un pensamiento en el que hay algo que no podemos conseguir con tanta facilidad como los demás, motivo por el cual necesitamos demostrar nuestra capacidad con respecto a otros, pero sentimos miedo de que se pueda ver en nosotros un fallo, una torpeza o un error.

Tenemos miedo a ser torpes y nos apoyamos en el orgullo y la soberbia para ocultarlo. Usamos máscaras para no enfrentarnos al miedo que nos provoca no sostener, in eternum, una perfección falsa que solo existe en la rígida arquitectura de nuestros pensamientos.

Necesitamos conectar con el adecuado nivel de conciencia que nos permita admitir que nuestra mente es algo elevado y supremo, que nuestra naturaleza es parte de lo divino, signifique lo que signifique eso  para cada uno de nosotros.

Es imperativo acabar con la estupidez y la crítica, cambiar el mal concepto que tenemos  de nosotros mismos para poder conectar con lo más elevado de nuestra conciencia y aceptar nuestra responsabilidad en todo lo que conforma nuestra existencia.

Entrar en nuestro interior y reconocer lo que es, porque, de lo contrario, el exterior – las personas y las circunstancias que nos importan – tendrán que desaparecer de nuestro alrededor. Tendremos que experimentar la soledad y el recogimiento para escuchar lo que interiormente queremos decirnos o hace tiempo que nos estamos gritando.

No existe nada más valioso e importante que la experiencia con nuestra propia esencia, Solo cuando nos enfrentamos a nosotros mismos es cuando podemos ver que somos lo único que existe.

Y es importante recordar que solo podemos hacer grandes a los demás cuando nos centramos en ver su grandeza y nunca mostramos sus errores.

Por todo esto, ámate incondicionalmente, hagas lo que hagas. Exprésalo en lo cotidiano, en lo cercano y en cada momento de tu vida.

Y recuerda que quien se hace preguntas y no se sabe responder es porque, en el fondo, puede que no quiera cambiar.

 

Deja una respuesta