Practicar la humildad es importante
La noción de humildad como virtud trae a la mente numerosas imágenes. Tendemos a imaginar a esos individuos que soportan calladamente las luchas de la vida mientras minimizan sus propias fortalezas.
Por otra parte, la humildad también se asocia con personas cuyas inseguridades los obligan a juzgarse a sí mismos desfavorablemente como algo natural.
La verdadera definición de humildad, sin embargo, no se corresponde precisamente con ninguna de estas imágenes.
Para mí, la humildad es una cara del amor incondicional que nos dirige a la grandeza. Es una total falta de importancia personal.
Los individuos que encarnan el concepto de humildad aprecian que cada ser humano en el planeta ocupa un lugar único en un espectro infinito de desarrollo.
Aunque pueden enorgullecerse de sus propios logros, también entienden que las personas con las que interactúan cada día son tan valiosas y tienen tanto que ofrecer al mundo como ellos mismos.
Ser humilde es aceptar que, si bien siempre habrá individuos más y menos avanzados que nosotros, aquellos, en todas las partes del espectro de desarrollo, pueden brindarnos conocimientos que promuevan nuestra evolución personal.
Para reconocer esta verdad es necesario abrirse al hecho de que los demás no solo piensan y sienten de manera distinta, sino que sus experiencias de vida los han moldeado de una manera muy diferente a la propia. Esto significa que, si bien podemos tener una mayor comprensión en algunas áreas, en otras siempre podrán enseñarnos algo.
Cuando cultivamos un anhelo genuino de saber con qué habilidades y talentos han sido bendecidos aquellos con los que nos encontramos, no podemos evitar aprender humildad
Cuando nos ampara esa luz, comprendemos instintivamente que las emociones, como la envidia, generan una resistencia que impide crecer y que ser flexible en las interacciones con los demás nos ayudará a conectar con mentores inesperados.
Cuando practicamos la humildad, anhelamos llegar a ser lo más realizados y evolucionados posible y nos mostramos dispuestos a someternos a la experiencia de otros para lograrlo.
Podemos comprender el alcance de nuestras aptitudes, pero elegimos erradicar la arrogancia, pudiendo distinguir el valor que poseemos como individuos mientras seguimos actuando en interés de nuestros semejantes.
La humildad, en pocas palabras, es una forma de equilibrio en la que podemos celebrar nuestro propio valor mientras creemos sinceramente que todas las demás personas en el planeta son tan valiosas como nosotros.
A veces, la vida nos ayuda a encontrarnos con la humildad a través de experiencias que nos llevan a atravesar momentos de profundo dolor.Aceptar el dolor es uno de nuestros más grandes retos.
Honrar todas las experiencias es una manera invaluable de comunicarnos con la vida, la maestra por excelencia. Honrar significa reconocer, valorar y agradecer.
Estos actos implican un acto de comprensión, una mirada consciente a los eventos de nuestra existencia para profundizar en la experiencia y esto también es importante, porque nos acerca a una conexión más estrecha con el momento presente.
Solo cuando reconocemos lo que nos está pasando podemos realmente beneficiarnos de las enseñanzas de la vida.
Es especialmente importante valorar el dolor cuando se nos presenta y honrar la experiencia, porque nuestra tendencia natural es alejarlo y superarlo lo más rápido posible. Tendemos a querer esconderlo debajo de la alfombra.
Sin embargo, si no lo hacemos, se revela como un gran amigo y maestro. Por contradictorio que parezca, podemos honrar el dolor agradeciéndolo y dándole la bienvenida al espacio de nuestras vidas.
Todos sabemos que, a menudo, cuanto más nos resistimos a algo, más persiste. Cuando honramos nuestro dolor, hacemos exactamente lo contrario de resistirlo y, como resultado, creamos un mundo en el que podemos poseer la plenitud de lo que la vida tiene para ofrecer.
Podemos honrar una experiencia dolorosa reconociéndola de alguna manera, llevándonos a nosotros mismos a una relación más consciente con ella. Podríamos rendirle tributo creando una obra de arte, realizando un ritual o algún otro acto significativo.
A veces todo lo que tenemos que hacer es encender una vela en honor a lo que hemos pasado y lo que hemos aprendido. Por pequeño que sea el gesto, será lo suficientemente grande como para marcar las formas en que nuestro dolor nos ha transformado, y para recordarnos el hecho de reconocer y de valorar todo lo que se nos presente en esta vida.
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“Dejar ir. El camino de la liberación” del Dr. David R. Hawkins.
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