
Puedes estar seguro de que llegará el día en el que seas plenamente consciente de algo que cambiará la forma de comprender tu mundo. Puede que se trate solo de una idea, pero tendrá tanta fuerza en ti que te hará mirarte en el espejo y ver tu rostro de una forma nueva.
Es incluso posible que ese día percibas tus arrugas, tus ojeras o tus granitos como parte de un proceso de infinito aprendizaje que te resulta posible gracias a tu cuerpo y también es posible que, a partir de ese momento, seas mucho más consciente de la importancia de cuidarle, de escucharle, de no forzarle en exceso ni desatenderlo.
Necesitamos conocer y escuchar al propio cuerpo, porque eso nos da la medida del respeto y el amor que sentimos por nosotros mismos, algo que forma parte del proceso de evolución de nuestra conciencia.
Es importante prestar atención a la idea de que el cuerpo humano es un vehículo esencial en nuestro desarrollo y evolución en este mundo, ya que nos permite estar en contacto con todo cuanto nos rodea de una forma clara y directa, gracias a las experiencias sensoriales y a la capacidad de sentir emociones, que, en último término nos dan información, nos enseñan, nos educan y afinan nuestra sensibilidad.
En otro aspecto, conviene recordar que la idea, la curiosa inquietud que nos puede llevar a tomar conciencia de la realidad y de la importancia de nuestra vida es la autoindagación, el autoconocimiento. Saber que nos necesitamos a nosotros mismos, que somos nuestro mejor amigo, que posiblemente nadie nos vaya a comprender con la profundidad con la que podemos hacerlo nosotros y que no hay quien pueda ocupar ese espacio intimo y profundo donde solo habitan el silencio y la paz. Y otra cosa importante: que nadie que no viva de esa forma nos va a poder acompañar en nuestro camino ni podrá entender nuestros procesos.
A veces resulta necesario hacer un reseteo mental profundo y cambiar nuestra forma de pensar para saber que nuestro cuerpo importa y que nuestra vida importa, que somos importantes, porque, en infinidad de ocasiones, a lo largo de los años, nos resulta tremendamente sencillo caer en la ilusión de nuestra propia insignificancia.
Podemos ver grandes empresas o instituciones, celebridades o profesionales de éxito en nuestra comunidad y compararnos con ellos, pensando que su fama o poder material reafirman lo poco que importan nuestras vidas, pero nada más lejos de la realidad.
Todos y cada uno de nosotros somos indispensables. Nuestra propia existencia afecta a innumerables personas de innumerables maneras y, como cada uno de nosotros es esencialmente un microcosmos de un Universo mayor, nuestras experiencias internas afectan al conjunto de la vida más de lo que podríamos imaginar. El mundo simplemente no podría existir como lo hace ahora si tú, o cualquiera de nosotros, no estuviera en él, con todo lo que esto implica.
Tal vez sientas de forma consciente que, en algún nivel, tu vida no importa. Incluso que, en realidad, ni siquiera te importa a ti. Si este pensamiento resuena en tu interior, quizá sea el momento de explorar por qué te sientes así.
Es posible que de niño te hayas formado creencias de rechazo o menosprecio de ti mismo para mantenerte a salvo o para ayudarte a dar sentido a situaciones confusas. Puede que te hayas sentido ignorado, juzgado injustamente o no escuchado y hayas decidido que había algo que no funcionaba bien en ti, no siendo consciente de que, posiblemente, el problema fue la baja capacidad de atención de las personas que te rodeaban.
Dedicar algo de tiempo a investigar dónde arraigaron esos sentimientos de insignificancia y comprobar qué cambios puedes hacer en tu vida y en tu corazón, pueden alivianar y disolver todas esas perniciosas influencias de tu pasado. Ten en cuenta que estas falsas creencias podrían estar limitándote y afectando a tu vida enormemente y que cuando cambies esas percepciones en torno a tu propia capacidad de influir en tu vida y en el mundo, puede que descubras partes maravillosas de ti mismo que habías olvidado hace tiempo. Incluso puede haber partes nuevas y emocionantes que ni siquiera sabías que existían, porque al tomar conciencia de lo mucho que importa tu vida, se renovará tu sentido de conexión con todo.
Recuérdate a diario que tu aportación es absolutamente necesaria para el mundo y que la mejor forma de sobresalir es empezar por satisfacer tus propias necesidades espirituales, físicas e intelectuales.
Dentro de cada uno de nosotros, hay una reserva de energía que debe reponerse regularmente. Cuando actuamos como si esta no tuviera fondo, programando una larga lista de actividades que encajan como piezas de puzzle en cada minuto de cada día, esa energia se agota y nos sentimos cansados, desconectados y débiles.
Mantener esa reserva en niveles aceptables conlleva encontrar tiempo para centrarnos, nutrirnos y cuidarnos. Algunas personas considerarán, inevitablemente, que el «tiempo para ti» es egoísta, pero, en realidad, es el polo opuesto al egoísmo, porque solo podemos sobresalir en los asuntos del mundo exterior cuando nuestras propias necesidades están satisfechas.
Sin embargo, reconocer la importancia de darte un tiempo es mucho más fácil que encontrar un lugar para él en un estilo de vida activo y polifacético. Incluso si eres capaz de hacerle un hueco en tu agenda, es posible que sientas frustración al descubrir que tus pensamientos se desvían continuamente hacia otros asuntos y te pones excusas para negarte esos espacios tan necesarios.

Para aprovechar al máximo “tus” momentos, piensa en cómo te gustaría pasarlos, olvidando las obligaciones y abrazando la idea de renovación, de reequilibrio, de descanso. Puede que descubras que te llenan de energía las actividades creativas, la meditación guiada, las actividades relajantes durante las cuales tu mente puede divagar o a través de modos de expresión, como la escritura.
Incluso si has logrado un equilibrio funcional entre la vida laboral y la personal, es posible que sigas descuidando la parte más importante de esa ecuación: TÚ. Por eso, considera que esos momentos de recarga te preparan para la siguiente jornada, tanto si estás concentrado en un proyecto profesional como en las tareas del hogar. También te ofrecen una oportunidad única para conocerte a ti mismo, tus necesidades y tus tolerancias de forma concreta. A pesar de lo poco importante que puede parecer a veces el «tiempo para ti», es realmente crucial para tu bienestar, porque garantiza que nunca te quedes sin energía para seguir dando de ti mismo y ofreciendo lo mejor al mundo sin perder ni un ápice de tu paz interior.
El segundo Gran Principio Hermético recogido en El Kybalión es el de Correspondencia, que define que “como es arriba, es abajo. Como es dentro, es fuera”. Es este uno de los Principios o Leyes que gobiernan el Universo y nada, absolutamente nada, escapa a sus influencia. Si lo comprendemos y trabajamos con el, será fácil deducir que cualquier cosa que queramos ver manifestada en el mundo, tendrá que ser pensada, sentida y elaborada en nuestro interior. Esto quiere decir que si queremos tener verdadera paz, a pesar del convulso mundo en el que actualmente vivimos, primero debemos encontrarla en nuestro ser más íntimo y profundo.
Pienso que la mayoría de las personas estarían de acuerdo en que un mundo más pacífico sería una situación ideal para todos los seres vivos. Sin embargo, a menudo parece que no sabemos cómo hacer realidad esta situación y se nos escapa que si queremos tener una verdadera paz que reine y gobierne este planeta, cada uno de nosotros debe encontrar la forma de estar en paz internamente y con su entorno.
Si no nos gustamos a nosotros mismos, por ejemplo, probablemente no nos gustarán los que nos rodean. Si estamos en un estado constante de conflicto interior, se manifestará el conflicto a nuestro alrededor. Debemos hacer brillar la luz de la indagación sobre nuestras luchas internas, porque éste es el único lugar donde realmente podemos crear un cambio.
Cuando iniciemos el proceso de buscar en nuestro interior el significado de la paz, podremos comprender por qué siempre ha sido tan difícil conseguirla. Las guerras siempre empiezan dentro, generalmente en nuestra mente, que nos mantiene enredados en pensamientos destructivos, de desvalorización y sufrimiento.
Extrapolar esta idea al resto de las personas de nuestro entorno y caer en la cuenta de que nos angustian casi las mismas cosas, puede que nos permita ser más compasivos con las actitudes de quienes se encuentran atrapados en conflictos tanto personales como universales.
Podemos tener una experiencia de paz e invocarla internamente para recordar lo que queremos crear pero, como somos humanos, también nos veremos atraídos en la dirección opuesta: el deseo de defendernos, de conservar lo que creemos que nos pertenece, de proteger a nuestros seres queridos y nuestros preciados ideales y la ira que sentimos cuando nos vemos amenazados. Esta conciencia es importante porque no podemos conocer verdaderamente la paz hasta que comprendamos las numerosas tendencias y pasiones que amenazan nuestra capacidad de encontrarla. La paz incluye necesariamente, incluso cuando trasciende, toda nuestra energía primaria, mucha de la cual se ha expresado de formas que contradicen el concepto de paz en sí mismo.
Estar internamente en paz no significa negar o rechazar ninguna parte de nosotros. Por el contrario, para estar en paz debemos estar dispuestos y ser capaces de sostenernos en toda nuestra complejidad, en un abrazo completo que no excluya nada. Esta es quizás la parte más difícil para muchos, porque rechazamos y deseamos renegar de los aspectos negativos de nuestra humanidad y no somos conscientes, irónicamente, de que la verdadera paz comienza con la voluntad de asumir la responsabilidad sobre esa humanidad, la responsabilidad sobre nuestra luz, pero también sobre nuestros aspectos sombríos, para poder, finalmente, transformar dicha oscuridad en algo hermoso desde la comprensión, la gratitud y el amor a nosotros mismos.

En mi caso, el concepto de Autoamor incluye la escucha de mis deducciones, lógicas para mi y posiblemente, incomprensiblemente ilógicas para otros, de mis pensamientos, aún errados, de mis emociones más complejas… Incluye, así mismo, la contemplación de mis fracasos, de mis defectos y mis oscuridades… y a pesar de poder sopesar la gravedad o ligereza de todo esto, mostrarme compasiva y amorosa conmigo y tratarme con la ternura que necesito y merezco, que es lo que me sirve de apoyo para que la luz que sé que reina en mi alma, se filtre de forma cada vez más continua en esos aspectos de mi humanidad que necesitan revisión y rectitud de mi parte. Es por esto que defiendo la idea de que todo empieza en mí, desde mí hacia el exterior.
Estas reflexiones me ayudan a ser consciente de la importancia de darme un lugar principal en mi vida, de limitar la influencia de otros, de no admitir lo que no quiero y de defenderme pacíficamente de lo que sé que no me hace bien.
Las ideas que expongo aquí son fácilmente comprensibles y puede que pienses: “esto no es nada nuevo, yo ya lo sabía…” pero, ¿lo has puesto en práctica? ¿Tienes idea de lo que significas para ti mismo? ¿Puedes llegar a imaginar qué harías tú sin ti?